Golpe a los paraísos fiscales: los países del G-20 recaudarán 120.000 millones más con el nuevo pacto fiscal

5 de junio de 2021- Los ministros de Finanzas del G7 terminan hoy una ‘cumbre’ de la que parece que va a salir un acuerdo de principio para imponer un Impuesto de Sociedades unificado a los beneficios de una serie de multinacionales.

¿Ha llegado el final de la elusión fiscal? ¿Se ha terminado la práctica de las grandes empresas multinacionales de extraer sus ingresos de un país a otro, hasta acabar declarándolos en un paraíso fiscal en el que no pagan impuestos? Heroicidades legales como el ‘doble irlandés’ y el ‘sándwich holandés’, con las que una empresa crea una subsidiaria en Irlanda que pasa por Holanda pero que luego regresa a Irlanda creando una sociedad conforme al derecho de Bermuda ¿van a pasar a la Historia?

Si usted es autónomo, probablemente le haya subido la presión arterial al leer el párrafo anterior. Puede que por cabreo. Y puede que por esperanza. Desde luego, usted siempre va a pagar más impuestos que una multinacional. Eso, téngalo muy claro. Pero, a partir de hoy, puede que se empiecen a sentar las bases para que las disparidad, aunque grande, no sea insultante. Las grandes empresas eluden hasta el 40% de sus impuestos fuera de sus países de origen, lo que, según la OCDE, que el organismo internacional que va a tener que lidiar con la espinosa parte de los detalles del compromiso, equivaldría a 165.000 millones de euros anuales. El FMI, por su parte, eleva la cifra a casi 500.000 millones.

Eso significa que, gracias a estas hábiles técnicas fiscales, los Estados recaudan entre un 8% y un 25% menos de lo que deberían en concepto de Impuesto de Sociedades. Lo que, a su vez, supone unos ingresos públicos de entre uno y cuatro puntos del PIB. En una época de déficit y deuda inimaginable, es previsible que los Gobiernos quieran echar el guante a esas empresas. Y, en particular, el de EEUU. Donald Trump se había puesto en redondo a esta medida, pero su sucesor, Joe Biden, quiere este impuesto para obtener recursos con los que financiar parte de sus planes de infraestructuras y de ampliación del Estado del Bienestar. Es, además, «una medida que cuestiona el modelo económico de una serie de paises, como Panamá, Bermudas, o Islas Caimán», eplica José Luis Escario, experto en elusión fiscal e investigador asociado en la Fundación Carolina y profesor asociado en la Universidad Internacional de La Rioja.

Pero una cosa son los principios generales. Otra, los detalles. Y ahí es donde está el problema. Los ministros de Finanzas del G7 terminan hoy una ‘cumbre’ en Londres de la que parece que va a salir un acuerdo de principio para imponer un Impuesto de Sociedades unificado del 15% a los beneficios de una serie de multinacionales que, por un lado, tengan una facturación de más de 20.000 millones de dólares (16.400 millones de euros) y, por otro, cumplan una serie de requisitos acerca de la internacionalización de sus operaciones. Eso es lo que hace que el número total de firmas afectadas fuera de tan solo cien, según las estimaciones del diario Financial Times.

Eso significaría que las Haciendas de todo el mundo ingresen 120.500 millones de euros anuales, según estimaciones del think tank Tax Observatory, financiado por la Unión Europea. De esa cantidad, 40.700 millones irían a Estados Unidos, y 48.700 a la UE. España, sin embargo, es uno de los países que menos recaudaría: apenas 700 millones de euros anuales.

Incluso llegar a ese acuerdo de mínimos ha sido complicado, porque cada país ha tirado hacia su lado. La UE quería grabar solo a las grandes tecnológicas que, con la excusa de que no tienen base física en muchos países, no pagan impuestos por lo que facturan en ellos. Estados Unidos – y también China, que no está en el G7, pero sí en el G20., al que pasan ahora las negociaciones – como `potencias tecnológicas que son, se negaron en redondo, porque, en ese caso, serían sus empresas las que pagaran el nuevo impuesto. Al final, el resultado es un acuerdo de compromiso.

Y aún quedan más flecos. El más obvio: dónde se registran los beneficios. ¿Es en donde están las sedes sociales de las empresas o donde están los consumidores? A eso se suma una cuestión más arcana: ¿cómo se distinguen los beneficios ‘rutinarios’, que proceden de las actividades normales de una empresa, de los ‘residuales’, que tienden a estar vinculados a intangibles, como el marketing o las bases de datos, que en la era de la economía online tienen una importancia creciente?

Todas esas cuestiones quedan para los próximos seis meses. Y, luego, llega la aplicación del acuerdo por todos los países del mundo. «La puesta en práctica es complicada, pero ya se hizo con el secreto bancario y además pasó lo mismo. La UE fue la primera que habló del intercambio automático de información para acabar con el secreto bancario. No fue a ningún sitio, y de repente EEUU saca la FATCA [una ley que obliga a los bancos a dar a la Hacienda de ese país los datos de los activos de sus clientes en el extranjero], y eso se deriva en unos estándares globales de la OCDE». Así, poco a poco, las grandes empresas también pagarán impuestos. Eso sí, no tantos como un autónomo.

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