16 de octubre de 2021 – Un mexicano que tenía un negocio en Los Ángeles se volvió una pieza clave para que un traficante recibiera ganancias por la venta de drogas ilícitas en Estados Unidos. Antes de involucrarse en ese delito, era un hombre honrado que cuidó a su madre enferma y a su familia, según documentos judiciales.
Esta es la historia de un mexicano que vino a California para darle una vida mejor a su familia y así lo hizo durante varios años. Huérfano de padre, comenzó a trabajar desde la adolescencia, se sacrificó para que sus hermanos estudiaran, cuidó a su madre enferma, abrió un negocio legítimo y jamás tuvo un encuentro con la policía más allá de una multa por manejar sin licencia. “Amoroso”, “buen amigo”, “adicto al trabajo”, “la columna de su familia”, lo describieron en cartas sus seres queridos.
Óscar Sánchez, de 52 años, tuvo esa imagen de migrante modelo hasta 2017, cuando los operadores de un cartel mexicano se le acercaron para ofrecerle un ingreso extra que no le caía mal: una comisión del 1% por cada transacción de lavado de dinero que realizara a través de su empresa.
Aceptó colaborar con los narcos sin decirle a su esposa. Hasta 2019, Sánchez recibió al menos 914,641 dólares de la organización criminal, que no identifican los fiscales. Se reunía en su negocio y en otros lugares del sur de California con los mensajeros del cartel, quienes le entregaban fajos de dólares.
Eran las ganancias por la venta de narcóticos en Estados Unidos. “El acusado proporcionó el dinero a terceros e intentó usar el dinero para pagar a empresas con sede en Los Ángeles, a fin de ocultar la fuente del dinero”, describe un memorando de sentencia.
Quienes recibieron los depósitos más tarde enviaron el dinero a los líderes del cartel en México. Sánchez cuidó que su familia no se enterara de lo que estaba haciendo, pero no evitó que agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA) escucharan sus conversaciones telefónicas.
“Fui un tonto tratando de hacer dinero rápido y fácil”, escribió Sánchez en una carta dirigida a la jueza federal Virginia Phillips, en la cual le implora cumplir su condena por blanqueo de capitales bajo libertad supervisada. “Desearía mostrarme a mí mismo el video de la cara de mi esposa cuando me vio en la corte por este delito, de mi familia cuando se enteró sobre mis acciones vergonzosas”, agregó.
Su principal preocupación, explicó, era quién cuidaría de su madre anciana diagnosticada con Parkinson, demencia y diabetes, y con una operación de rodilla pendiente. Él la llevaba a todas sus citas médicas.
Al parecer, la jueza Phillips también tomó en cuenta que no tenía antecedentes penales, su remordimiento, el apoyo de sus familiares y que cooperó con la DEA, para imponerle una sentencia a tres años de prisión. La Fiscalía pedía un castigo de casi cinco años de cárcel y una multa de 25,000 dólares. Es posible que lo deporten a México al salir libre, ya que es un residente permanente.
El esquema del lavado de dinero
David Muñoz, su abogado defensor, había pedido que su cliente cumpliera ese castigo con un grillete electrónico que le permitiera estar en su casa, en West Covina.
“Ha sido el ciudadano modelo… Cuando muchos hombres jóvenes pierden su figura paterna tan temprano en la vida tienden a caer en la adicción a las drogas o en una vida delictiva. Este destino es especialmente cierto en un país como México… Sin embargo, Óscar bajó la cabeza y se puso a trabajar en Estados Unidos”, dijo el litigante en un documento sometido a una corte federal de Los Ángeles.