23 de julio de 2023 – Una veintena de detenidos pasa a disposición judicial por pertenencia a grupo criminal y blanqueo.
Unos 150 agentes de la Guardia Civil; una veintena de detenidos y otros tantos registros; media docena de puntos de venta de droga desarticulados con búnkeres de puertas acorazadas. Son las cifras del último golpe de la Guardia Civil contra el tráfico de heroína en nuestro país. Tuvo lugar entre el pasado jueves y viernes en distintos puntos de la Comunidad de Madrid y un equipo de ABC estuvo en la zona cero del operativo.
En la Cañada Real, una antigua vía pecuaria con una extensión de 14 kilómetros ubicada a las afueras de la capital, aún no ha amanecido cuando los agentes se disponen a irrumpir en una hilera de chabolas levantadas con plásticos, telas y metales. Nos encontramos en el sector 6, históricamente el más conflictivo, en Valdemingómez.
Llama la atención la falta de infraestructuras básicas, la basura acumulada en la calle, el agua estancada del asfalto. Cada parcela tiene su número postal pintado a mano y los agentes nos ubican delante de la cinco. Un helicóptero de la Guardia Civil sobrevuela la zona.
«Que vayan saliendo las mujeres y los niños», se oye decir a un agente. Van en fila, algunos en pijama y zapatillas de andar por casa. Los menores llevan mantas y toallas a modo de capa para calentarse porque, aunque ya es de día, el sol aún no pega fuerte. Una niña llora, pero es el llanto de una mujer el que se escucha sobre el resto. «Ay, qué ruina». Su marido está dentro, bajo custodia policial. Un juzgado de Plaza de Castilla ha ordenado su detención por presuntamente formar parte de un grupo criminal dedicado al tráfico de heroína. «Veneno», lo llaman entre ellos.
Entretanto, no dejan de pasar personas visiblemente consumidas, delgadas, idas, enfermas. Cuesta -por pena y respeto- seguirles con la mirada. En su ruta diaria para comprar una dosis los toxicómanos se han topado con el operativo de la Guardia Civil, siguen de largo al ver a los agentes.
Los investigadores apuntan a los altos beneficios económicos de la red
Es gente joven, de mediana edad y también mayor. Uno sobrecoge especialmente porque va a por la droga en silla de ruedas. Dentro de un coche pasa un hombre que directamente se ha quedado sin tabique nasal. Hay un tercero que también impresiona porque camina arrastrando las piernas. Va tan colocado que apenas puede levantar los pies del suelo. A una chica, que no llega a los treinta, le asoman por la camiseta moratones en la espalda. Tiene la mirada perdida.
La imagen contrasta con la cantidad de vehículos de alta gama que transitan por esta calle de zombis y heroína. «Es la calle que nunca duerme», asegura una fuente policial. «Da igual a la hora que vengas». Cuenta que aquí los ‘machacas’ se encargan de guiar a los compradores a los puntos de venta. También de dar la voz de alarma en caso de que cualquier agente de la autoridad ponga un pie en ‘su’ territorio. A cambio los clanes les pagan en especie, con micras de heroína. Es el cuento de nunca acabar.
«¡No son terroristas!»
«¿Por qué le llevan a esa casa?», grita una mujer. Se ha colocado junto al resto de familias al otro lado de la acera, detrás de una línea de seguridad invisible marcada por una decena de agentes que franquean la calle. Está muy cerca de la parcela número cinco. Observa cómo dos de los detenidos son trasladados a otra de las chabolas, ésta con una piscina de plástico a la entrada. Van con el pecho descubierto, sin camiseta.
«¡No grabéis que no son terroristas!», grita la misma mujer dirigiéndose a la prensa. Hace el amago de acercarse a los dos hombres con grilletes, como si fuera a liberarles. «¡Irse para atrás!», grita uno de los arrestados, el de pantalón azul, mientras hace aspavientos con las manos. No quiere más problemas con las autoridades. Un perro policía ya ha detectado droga-heroína y cocaína- y los agentes han logrado desarticular media docena de puntos de venta activos bajo su control.
Son búnkers de suministro con puertas acorazadas, instalaciones de chapa que colindan con las viviendas en las que los detenidos viven con sus familias e hijos. Ambos espacios, fumaderos y casas, se comunican a través de un ventanuco, un agujero en el que apenas cabe una mano, por donde entregan las dosis a los toxicómanos.
Se han desarticulado media docena de puntos de venta con multitud de consumidores
Sólo en uno de ellos los agentes encontraron a una veintena de personas drogándose. «¡Guardia Civil!» Un adicto apura para encender una papelina. El resto está desorientado. Muchos intentan volver a acceder al interior del búnker. Da la sensación de que no reconocen a los hombres de uniforme verde.
Dentro, escondidas, se hallan varias pistolas y utensilios para partir las dosis. Es difícil no tropezar con la ingente cantidad de jeringuillas que cubre el suelo, a pesar de que la mayoría de toxicómanos se fuma la heroína. Fuera, colgado en la pared, hay un cartel informativo con los horarios de apertura y cierre del punto de venta, como si fuera un kiosko. Y en la chabola de al lado vive un grupo de niños, hijos de los integrantes de la red. Uno de ellos es un recién nacido. Esperan también cerca de la parcela número cinco a que termine el dispositivo.
La Cañada Real discurre por los términos municipales de Coslada, Rivas-Vaciamadrid y Madrid y se divide en varios sectores. Durante años la zona seis, Valdemingómez, ha sido epicentro de distribución y venta de sustancias ilegales por parte de clanes familiares cuyos integrantes viven del dinero que generan con el menudeo. Si bien los investigadores han venido detectando un aumento en los índices de venta y consumo de heroína, altamente adictiva, con un rápido fenómeno de tolerancia que «provoca que el adicto necesite cada vez dosis más fuertes».
«Con el tiempo, la heroína pierde la capacidad para producir el bienestar inicial que producía, lo que provoca un malestar cada vez mayor», advierte el portal del Plan Nacional de Drogas del Ministerio de Sanidad. «Al final, lo que el heroinómano busca es aliviar el malestar que le produce la ausencia de la heroína».
Inseguridad pública
Por ello preocupan también los problemas de inseguridad pública que genera su consumo, y más tras detectar un aumento de robos cometidos por toxicómanos, aquejados por la adicción, en zonas limítrofes como Rivas Vaciamadrid, donde se ha registrado un incremento de asaltos a residentes, farmacias o vehículos. «Las personas que son adictas a la heroína hacen lo que sea para conseguir los cinco euros que cuesta comprar una dosis», asegura una fuente policial.
La operación, desarrollada en dos fases, ha contado con la colaboración de hasta 150 agentes de Unidades de Seguridad Ciudadana (Usecic), Grupos de Reserva y Seguridad (GRS), el Servicio Aéreo y el Servicio Cinológico coordinado por la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid. Tras meses de investigación, el primer golpe se dio el pasado jueves en la localidad madrileña de Vallecas y en el barrio de Entrevías, donde se detuvo a siete personas, presuntamente encargadas del suministro de heroína. Se practicaron ocho registros, de acuerdo a las fuentes consultadas por ABC.
La segunda fase, completada un día después en Valdemingómez, se saldó con 12 detenidos y una decena de registros. Los investigadores consideran que los arrestados formaban parte de un grupo organizado que se aprovecha de la venta de drogas y menudeo, conscientes del daño que esconde cada micra de heroína vendida: la marginalidad, la muerte, la nada. Es veneno, lo saben, por eso entre ellos la llaman así y no lo consumen. Los investigadores apuntan a elevados beneficios que la red ha obtenido fruto de su venta.
Valdemingómez, el pasado viernes. Son las 10.30 de la mañana y los furgones se llevan a los detenidos que tendrán que comparecer ante el Juzgado de Instrucción número 12 de Plaza de Castilla por delitos de pertenencia a grupo criminal, tráfico de drogas y blanqueo de capitales. Las familias, mujeres e hijos, les ven marchar desde la calle, desde ese momento más limpia, veremos hasta cuándo sin heroína.